Merlin ¿Realidad o Mitología?
La literatura lo ha convertido en uno de los personajes más
importantes del continente europeo, el folclore en el mago por excelencia y el
cine en un ser temido y enigmático. Y, sin embargo, aún se discute si existió
realmente. Ese es el mayor misterio ligado a Merlín el druida, el bardo, el
mago… o el hijo del Diablo.
la imaginería colectiva. Es el brujo por antonomasia y el
señor de los acertijos, hasta el punto de que pronunciar su nombre se ha
tornado un sinónimo de misterio, pero también de aventura, propiciado en gran
medida por los ciclos artúricos, en los que su participación es la clave para
el desarrollo de los acontecimientos. Durante siglos se creyó que había
existido realmente, pero hoy se discute si es una figura histórica. Los
folcloristas aseguran que jamás vivió un hombre con todas las características atribuidas
a Merlín, pero que muy posiblemente el personaje literario se inspiró en uno
real, nacido a mediados del siglo V o en el VI de nuestra era.
Agradecimientos por las fotos a Visit Britain.
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¿Realidad o leyenda?
El primer texto en el que se menciona a Merlín es la
Historia de los reyes de Britania,
de Geoffrey de Monmouth. Se publicó en 1138 y enseguida se
convirtió en una de las obras más influyentes de la Edad Media. Su autor, un
clérigo de origen galés, fue nombrado obispo en Londres y destacó como un
apasionado defensor de las tradiciones celtas. De hecho, su tierra pasaba por
ser el último reducto en toda Inglaterra que mantenía las leyendas y la forma
de vida de esa cultura ancestral tras la invasión anglosajona. Su mente albergó
la idea de escribir una historia de los reyes celtas más sobresalientes con el
fin de evitar que aquella época gloriosa cayera en el olvido. De entre ellos
destacaba poderosamente la figura de Arturo. Al iniciar su proyecto, Geoffrey
de Monmouth descubrió que apenas existían fuentes escritas de las que extraer
documentación, por lo que recurrió a su inventiva y creó un relato que se
desarrollaba durante varios siglos y en el que se mezclaban episodios y
personajes reales con otros claramente ficticios. Uno de los libros que cayó en
sus manos fue La profecía de Britania, obra del año 930 en la que se reunían
diversos vaticinios que presagiaban la caída de los anglosajones y el
resurgimiento de los celtas británicos. Uno de aquellos presagios se atribuía a
un tal Myrddin, hombre que había gozado de una gran reputación siglos atrás y
que era autor de otras profecías, en su mayor parte oscuras. Cautivado por esta
figura, Geoffrey de Monmouth decidió incorporar el personaje de Myrddin a su
Historia de los reyes de Britania bajo el nombre de Merlín y lo enlazó con el
relato del rey Arturo. Así nació la leyenda, que, como hemos visto, se basa en
un personaje real. En la historia de Arturo y sus célebres caballeros, Merlín
ocupa una posición primordial: es quien propicia el nacimiento de Arturo
ayudando a su padre, Úter Pendragón, a conquistar mediante hechizos a su
enamorada, además de quien cuida del joven rey, quien le asesora y quien le
ayuda a vencer a sus enemigos. Tan grande fue el éxito de la obra de Geoffrey
de Monmouth que se realizaron cientos de copias manuscritas para distribuirlas
por toda Europa. Después, los nombres de Arturo y de Merlín serían recogidos
por otros autores aumentando su leyenda. El más importante de aquellos libros
posteriores: La muerte de Arturo, escrito en el siglo XV por Sir Thomas Malory.
Mago Merlin por Gustavo Doré.
Merlín el profeta
Durante la Edad Media y algún tiempo después se creyó
firmemente que Merlín había sido un personaje real del siglo V, autor de una
serie de profecías que circulaban por el continente. Los comentaristas
franceses sostenían que estas se habían cumplido con exactitud y los italianos
lo elevaron a la altura de profeta bíblico, como Isaías. Hoy no es así, pero la
pregunta sigue en pie: ¿quién fue realmente este personaje? La hipótesis más
aplaudida sostiene que se trata de un profeta antiquísimo –ya se le menciona
como tal en el siglo IX– que actuó bajo un nombre diferente al de Merlín, por
supuesto. Para corroborarla basta la existencia real de los vaticinios
mencionados. Sus profecías, escritas a finales del siglo V, han sido
recopiladas. Ocupan diez páginas escritas en latín y se dividen en dos partes
sin transición visible entre ambas. Muchas de ellas describen cómo serán
expulsados de la isla los anglosajones, así como la llegada de un libertador,
El Jabalí de Cornualles –primera alusión al rey Arturo–,
cuyas hazañas servirán “de alimento a los narradores”. Hasta el momento los
estudiosos de su obra no han logrado alcanzar un acuerdo sobre la precisión de
las interpretaciones y, mucho menos, sobre su cumplimiento. El problema radica
en que este profeta utiliza un lenguaje oscuro, abstracto, plagado de menciones
a animales y seres mitológicos como el dragón. “Descenderá el zorro de las
montañas, se transformará en lobo y, con el pretexto de mantener una
conversación con el jabalí, se acercará taimadamente a él y lo devorará por
entero”, reza una de ellas. Otras parecen más claras, como la que dice lo
siguiente:
“El Canal de la Mancha se hará tan estrecho que la gente
podrá mantener una conversación de orilla a orilla”. Para los más entusiastas,
se trata de una clara alusión al actual túnel trazado bajo el Canal. Sus
profecías siempre terminan entre inundaciones y tormentas, lo que no equivale
al fin del mundo. A pesar de esta falta de claridad, se ha comparado a su autor
con Nostradamus. Incluso se ha llegado a aventurar que este no habría existido
sin el primero o, al menos, que no habría gozado de tanta popularidad.
Abadia de Glastonbury
–Merlín el Druida–
Al margen de las profecías, también se baraja la posibilidad
de que Myrddin fuese en realidad un druida, quizá el más famoso en toda la
historia de los antiguos celtas. Basta recordar que Geoffrey de Monmouth era
descendiente de los celtas británicos y que muy bien podría haber conocido la
verdadera historia de Myrddin a través de la tradición oral. En el mundo celta,
los druidas eran magos, jueces, médicos, líderes espirituales… Poseían la
capacidad de detener o iniciar guerras y dominaban las propiedades de las
plantas. Para convertirse en uno de ellos había que pasar años estudiando
dentro de cuevas y bosques, que eran considerados santuarios. Druida podría
significar “conocedor del roble”, el árbol al que los celtas conferían una
importancia especial.
De hecho, existe un lugar en el bosque bretón de
Broceliande donde se dice que está enterrado el cuerpo de Merlín en medio de un
mar de robles. Otros poderes que se les atribuían eran los de cambiar el
tiempo, aparecer bajo forma animal, predecir el futuro y volverse invisibles.
Lo mismo que los ciclos artúricos cuentan que podía hacer Merlín. El final de
esta casta sacerdotal llegó con la conquista del mundo celta por las legiones
romanas. Escandalizados por la costumbre druídica de sacrificar a seres humanos
como ofrenda a sus deidades, los romanos asaltaron en el año 60 la fortaleza de
la isla de Mona, mataron a todos los sacerdotes que hallaron y destruyeron sus
bosques de roble. Ese fue el inicio de su lenta pero inevitable extinción. Sin
embargo, algunos de ellos sobrevivieron y perpetuaron sus creencias, pero ya en
la clandestinidad. Y quizá uno de ellos fue Myrddin, que alcanzó una fama
inmortal por sus altos conocimientos y por su especial capacidad de liderazgo
entre las últimas tribus guerreras celtas.
Supuesta tumba de Merlin.
–Merlín el dios–
Enlazándola con este trágico final, otra hipótesis
identifica a Merlín como un dios celta cuyo nombre fue siendo modificado con el
paso del tiempo. Durante la época en la que el cristianismo se fue imponiendo
en su territorio los paganos enclavados en Britania e Irlanda no fueron
perseguidos de la misma forma que sus equivalentes del continente. Esto
propició que los dioses y las diosas de la antigua mitología celta
sobrevivieran a través de la poesía y de los relatos populares disfrazados bajo
la forma de reyes, santos o encantadores… y también de profetas. ¿Podría ser
este el origen de Merlín? Además, se sabe que los celtas británicos tenían un
dios primordial, semejante al Apolo griego. Su dominio era la isla entera,
aunque estaba especialmente ligado a la ciudad de Moridunum, fundada por los
romanos, cuyo nombre pudo dar lugar a Myrddin y, de ahí, a Merlín. También los
poderes que se le atribuyen al Merlín literario son los mismos que posee
cualquier dios de la antigüedad: transfigurarse en animal, dominar los
elementos, vaticinar el futuro…
Por si esto fuera poco, el nacimiento de Merlín
narrado en la Historia de los reyes de Britania corre parejo al de otros
grandes dioses, como el propio Cristo. Su madre es descendiente de un linaje
real, no nació como consecuencia una unión sexual humana y desde muy pequeño
destacó por su inteligencia y sus sabias respuestas, impropias de alguien de su
edad. La única salvedad es que a Merlín se le conocía como… ¡el hijo del
Diablo! Pero incluso este hecho puede ser fácilmente interpretado desde la
óptica de la religión celta, plagada de dioses sanguinarios que exigían
tributos humanos y con días dedicados al encuentro con las almas de los
difuntos, como la conocida festividad de Samain, celebrada el 1 de noviembre,
que más tarde se convertiría en la popular noche de Halloween o en la fiesta de
Todos los Santos para los cristianos. En este sentido, esos mismos cristianos
podrían haber visto en los dioses celtas a verdaderos demonios, con lo que la
correspondencia Merlín-hijo del Diablo estaría más que justificada.
Abadia de Glastonbury
–Merlín el Bardo–
La última hipótesis sobre su verdadero origen lo describe
como un bardo, otra figura propia del mundo celta. La tradición popular vuelve
a hablar de un tal Myrddin o Lailoken, bardo al que se tenía gran respeto.
Aunque no se conserva ningún poema atribuido a él, entre los galeses de la
época de Geoffrey de Monmouth circulaban versos que supuestamente había
pronunciado esta persona, lamentos nostálgicos de carácter semipolítico que más
tarde fueron incluidos en la obra La profecía de Britania, que leyó el propio
Monmouth.
–La curiosidad–
La zona de Somerset (Reino Unido) también está asociada a la
figura de Merlín y a las narraciones artúricas. Así sucede con la abadía de
Glastonbury, lugar que, según la leyenda, alberga la auténtica tumba del rey
Arturo, que regresará a Inglaterra “cuando esta más lo necesite”.
–Merlín y Stonehenge: Sanatorio mágico–
En la llanura de Salisbury se levanta uno de los monumentos
megalíticos más importantes del mundo: Stonehenge. Los arqueólogos cifran su
construcción entre los años 3500 y 1100 a.C. debido a que el complejo se erigió
en tres fases. Sin embargo, una antigua leyenda celta relata cómo fue el
mismísimo Merlín quien robó esas piedras a los irlandeses para transportarlas
por el aire hasta su emplazamiento actual. Todo porque el mago afirmaba que
quien se bañara a los pies de laconstrucción “quedaría sanado de todo mal”. Lo
más importante es que los datos históricos confirman que este bardo sirvió como
consejero a las órdenes del rey
Gwenddolau hasta su muerte en el 574. Entonces Lailoken se
sumergió en la locura y se retiró a los bosques de Celidon, donde se dedicó a
hacer profecías. Parece ser que Monmouth recogió este final para atribuírselo a
Merlín reinterpretado de forma mucho más poética: muerto Arturo en la batalla
de Calman, Merlín se retira al bosque a meditar mientras el rey es enterrado.
Allí se enamora de una de las damiselas del lago, Nimue. La mujer no responde a
su cortejo, pero acepta seguirle para aprender los secretos de su magia.
Finalmente, cansada de su insistencia, Nimue le encierra en una prisión mágica
dentro de una cueva a través de uno de los hechizos que el propio mago le ha
enseñado.
–Las tumbas de Merlín–
Son varios los arqueólogos y los aventureros que han buscado
sin éxito esa tumba. La tradición popular la sitúa junto a un riachuelo ubicado
cerca de la localidad escocesa de Tweeddale que corre veloz colina abajo
rodeando un promontorio entre árboles. No es la única opción. En Wiltshire
encontramos otra tumba atribuida al mago en el Monte Merlín, un túmulo
artificial con forma escalonada que fue construido en el siglo XVII. En su cima
se erigen los restos de un castillo normando, levantado probablemente sobre las
ruinas de un enclave mucho más antiguo. Otros emplazamientos relacionados con
su figura son la Colina de Merlín, en el valle de Towy; la Arboleda de Merlín,
también en este emplazamiento, y la Piedra de Merlín y la Cueva de Merlín, en
el mismo lugar donde se sitúa el nacimiento de Arturo, Tintagel. De todas, la
más famosa es la citada tumba de Merlín en el bosque de Broceliande, lugar de
peregrinación para muchos seguidores del movimiento New Age. Porque Merlín es
ante todo un adorador de los árboles, un ser respetuoso con las plantas y el
poder de los elementos. Por ello, esta tumba consiste en un túmulo de piedras
colocado en un claro del bosque donde cientos de personas oran y realizan
ofrendas a la Madre Naturaleza. También las ruinas de Stonehenge, ligadas a la
figura del mago, fueron objeto de peregrinación hasta 1985, cuando las
autoridades prohibieron la reunión que los druidas modernos realizaban allí
cada solsticio de verano. Ejemplos de cómo, más allá de obras literarias y tradiciones
orales, la figura de aquel hombre, real o ficticio, ha pasado a formar parte de
la imaginería mundial como símbolo de lo natural, de lo mágico y de lo
trascendente.
La muerte de Arturo
–El Rey Arturo: ¿Realidad o ficción?–
Íntimamente unida a la historia de Merlín se encuentra la
del rey Arturo. Y, al igual que sobre el mago, también sobre el monarca planea
la incógnita acerca de su existencia. El primero que habló de un hombre llamado
Arturo fue el monje galés Nennius en su Historia de los bretones, publicada en
el año 800. Aun así, sería Sir Thomas Malory quien le inmortalizaría junto a
personajes como la reina Ginebra, Lancelot o el mago Merlín en La muerte de
Arturo. Hoy muchos historiadores creen que esta leyenda posee una base real: un
hombre apodado Riothamus, que significa “rey supremo”. Este
dirigió las tropas
galas en el año 468 para hacer frente a la invasión romana y fue derrotado en
el campo de batalla. Otra hipótesis sostiene que Arturo, cuyo significado es
“oso”, se corresponde con un jefe militar galés del siglo V llamado Owain
Ddantgwyn. Sus posesiones incluían un valle llamado Calman, precisamente el
lugar en el que la leyenda enclava la muerte de Arturo. También los restos
arqueológicos avalan su existencia, como los restos del castillo de Cadbury,
descubiertos en la década de los sesenta del pasado siglo. Era lo bastante
grande como para albergar a más de mil personas y se dice que pudo ser la sede
de Camelot.
Artículo de Iván Rámila, publicado en Más Allá de la Ciencia
nº 239
PODEMOS ENCONTRAR SU MITOLOGÍA EN EL SIGUIENTE ENLACE:
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